Una jornada puede convertir el cielo en aula. En Mayapo, cientos de niños wayuu elevaron cometas y, con ellas, una ilusión colectiva: jugar con el viento para entenderlo. El acto es simple y poderoso a la vez: comunidad reunida, manos pequeñas sosteniendo hilos, miradas siguiendo colores que suben. Es un gesto pedagógico y emocional que deja huella: el viento ya no solo azota; enseña. Y cuando una comunidad entera mira hacia arriba, también se permite imaginar. Ese es el valor de estas jornadas: convocan, integran, abren conversación entre generaciones y renuevan la esperanza en el propio territorio. Noticias RCN
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(Fuente: Noticias RCN)








