En el extremo árido del Caribe, el viento deja de ser obstáculo y se vuelve lenguaje. Cuando un niño wayuu toma una cometa, no solo aprende una técnica: interpreta energía, disciplina el cuerpo y abre horizonte. El kitesurf crea comunidad horizontal en la playa—importa la pericia y el respeto por el mar—y, a la vez, conecta La Guajira con un mundo que llega en tablas, acentos y saberes. Para muchos jóvenes, dominar el viento no es un pasatiempo: es una llave de futuro que traduce la fuerza del territorio en oficio, disciplina e ingresos. Así, el deporte funciona como puente: amplía posibilidades, trae referentes y transforma la relación con el lugar.
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(Fuente: The New York Times)








